jueves, 31 de octubre de 2013

La energía que mueve a México y al mundo entero no es únicamente petrolera


Por Adrián Fernández Bremauntz
Nuestro país es reconocido a nivel internacional como un actor importante en el escenario energético global. No es el principal productor de petróleo o gas del mundo, pero cuenta con recursos para abastecer su mercado nacional de energéticos y exportar hidrocarburos. Donde sí tiene un potencial capaz de competir con los principales mercados globales, es en la producción de energía con fuentes renovables. De acuerdo a un estudio realizado en 2011 por Pricewaterhouse Coopers (PwC), la energía eólica tiene un potencial de entre 9.2 y 20.3 GW de capacidad al 2020, a precios competitivos comparados con centrales de ciclo combinado, mientras que la energía fotovoltaica podría alcanzar un potencial de 6 GW al 2020.

Una compleja dependencia entre seguridad energética, temas presupuestales (uno de cada tres pesos provienen de las ventas de PEMEX) y ambientales (el sector energía aporta la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero en el país) obligan a revisar con detalle y profundidad la estructura del sector energético, considerando un balance entre estos tres grandes temas. El debate sobre la reforma energética (reformas constitucionales y leyes secundarias) ofrece una excelente oportunidad para ello, a la luz de los cambios tecnológicos que permiten la modernización y mayor eficiencia en el uso de fuentes alternativas a las fósiles. Hoy se tienen las condiciones políticas necesarias para hacer los ajustes legales y normativos necesarios en esta reestructuración del sector, en el futuro próximo difícilmente tendremos las mismas condiciones.

De los temas mencionados, la sustentabilidad ambiental en el sector energético es uno de los menos abordados por las y los actores en la discusión energética; repensar el futuro energético del país de cara al cambio climático es una tarea que no se debe postergar. De acuerdo a la Quinta Comunicación Nacional sobre Cambio Climático a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (elaborada por el INECC), en el 2010 el sector aportó el 67.3% del total de las emisiones de gases que generan el calentamiento global, una cifra que está en línea con la ruta del incremento de arriba de los 4°C para el 2100.

En una escala menor, existen más resultados de la quema de combustibles fósiles sumamente preocupantes, como los efectos inmediatos en la salud a raíz de la producción de monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, hidrocarburos crudos, las partículas de hollín y el ozono. Este coctel de contaminantes, que respiramos diariamente, ocasiona –incluso- más muertes que los accidentes viales.

Considerando el componente ambiental, la pregunta obligada es, ¿se puede producir energía y reducir considerablemente el impacto ambiental?

Para responder, conviene revisar los casos exitosos de generación de energía eléctrica con fuentes no fósiles. Países como Alemania, Dinamarca, España y el Reino Unido ahora dependen menos del petróleo, y cada vez más del viento y sol en la generación de electricidad, promoviendo con ello beneficios económicos y de salud para sus poblaciones. Estos países han desarrollado una industria basada en energías renovables que cada día produce un porcentaje mayor del consumo eléctrico, llegando al punto de que, en algunos días con clima favorable, el 60% de la generación de energía en Alemania y España ha provenido de fuentes renovables. Casos similares han sucedido en los Estados Unidos, en donde –aún frente a los fuertes intereses de grandes petroleras- la penetración de las energías renovables ha alcanzado niveles récord en estados como Texas, Nuevo México, Arizona y California.

Desde la perspectiva de México como consumidor de petróleo (la discusión de México como exportador es otro tema para discutir a fondo), y dado el alto costo para las generaciones futuras, el país está en el momento oportuno para cambiar el paradigma en la producción energética y reducir notablemente la dependencia fósil para tal fin. Se requieren decisiones de Estado que permitan aprovechar las ventajas costo-competitivas del gran potencial existente en las fuentes eólicas, solares y otras en el país. Es importante que cada proyecto se realice con criterios sociales que reduzcan posibles impactos negativos a las comunidades y garanticen la sustentabilidad ambiental.

La reforma energética debe contener las previsiones necesarias para que el país transite de manera decidida sobre esta vía, clarificando, los roles y las obligaciones de quienes tienen responsabilidades en la administración de la energía de nuestro país. El Estado Mexicano debe proveer seguridad energética con visión de futuro y de mitigación del cambio climático; PEMEX debe transformarse en una industria de la energía, CFE debe ser el vehículo fundamental para una transición decidida hacia las energías renovables, y el sector privado debe invertir decididamente en energía renovable y en la eficiencia energética de todos sus procesos económicos a fin de disminuir su huella de carbono.

Con estos cambios, nuestro país será reconocido a nivel internacional como un actor importante en el escenario energético global, como uno de los casos exitosos en la transición a un modelo sustentable y alineado con los retos que enfrenta el cambio climático. Estamos en el momento adecuado y tenemos las condiciones apropiadas, no desaprovechemos esta valiosa oportunidad.
Adrián Fernández Bremauntz es Doctor en Ciencias Ambientales por el Colegio Imperial de Ciencia, Tecnología y Medicina de Londres, Inglaterra y miembro de la Iniciativa Mexicana para las Energías Renovables (IMERE). adrian.fernandez@climateworks.org

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